Adolescencia, una serie oportuna y oportunista

Es raro

Pero voy a dar mi opinión sobre la serie Adolescencia, disponible en la plataforma Netflix, que es una puerta de entrada inmensa de productos culturales y consumos dirigidos en muchos de los hogares de Argentina.

Es raro porque me resistí a hacerlo, me parecía que desde lejos se veía venir que era una serie oportunista, viene a llenar un espacio de una temática compleja de abordar y que desorienta tanto a las familias como a las escuelas. Además, cuando una serie se posiciona así, me provoca en primer lugar algo de rechazo. Lo vinculo al criterio comercial absolutamente.

La vi. Sigo considerando a Adolescencia como serie oportunista, sagazmente oportunista, pero también muy oportuna.

Es como serie, excelente. Planos, actuaciones, estilos narrativos increíbles. El tema es oportuno, la serie oportunista. Por eso es raro, considero que es oportuna y oportunista a la vez. 

¿Por qué es oportuna?

Porque trata un tema que parece ser una papa caliente, el maltrato entre pares en la adolescencia de manera cruel, y con una carga de violencia en todos los ámbitos por donde transita su protagonista de 13 años violencia, tanto verbal presencial como digitalizada, violencia física y gestual. En la serie culmina de la peor manera, aunque no siempre sea así, es un tema profundo y muy doloroso.

También la serie abre el interrogante de qué les pasa y cómo viven, sienten y se comunican entre pares en la adolescencia, ¿qué le pasa a un chico o chica de 13 años? 

Ese no saber se resuelve hoy de manera compleja, una es declararse ignorante, porque no sabemos las generaciones mayores, pre digitales, del tema de las tecnologías y redes sociales, comunicaciones que no son gestuales, que se nos escapan al tacto, a la vista al oído.

Como madres y padres, escarbamos en los recuerdos, en la memoria de lo que nos pasaba y “pasaba” con el tema del maltrato, en nuestras épocas de adolescentes. 

Y no encontramos datos, registros de esto, porque el recuerdo sepia, nos trae un walkman, un VHS, un teléfono fijo en la casa familiar, donde todos se enteraban quien te llamaba y a quien llamabas vos. Hoy no.

El teléfono hoy es individualísimo, la comunicación es personal, aunque pase también por espacios públicos, como nunca antes, excesivamente y exponencialmente públicos se publican comentarios, fotos, intereses, etc.

No sabemos qué les pasa, tenemos adolescentes en casa que se encierran en sus habitaciones, pero ¿Qué sucede allí? Sucede el crecimiento, la identidad posible, la búsqueda de quiénes son, como se construyen a sí mismo, qué quieren, y sobre todo, que piensan los demás de ellos, en una soledad aparente, encuadrada en las paredes de ese ambiente hogareño.

Pasan demasiados procesos vitales, decisivos para hacerlos solos (sin compañía de un ser querido mayor, hermano, mamá, papá), la capilaridad de la piel, la fragilidad de la mirada externa es importantísima, aunque es la clave de la transformación de la niñez a la adultez, necesitan soledad. Pero esto no implica el aislamiento familiar.

La puerta de la habitación, no está blindada, un golpecito e invitación ver algo juntos, una salida a comprar algo que haga falta para el almuerzo, un viaje en coche a cargar nafta o en tren o colectivo, pueden disparar esa charla pendiente, necesaria, ¿de cómo estás? No solamente preguntar por las notas del cole, o ¿qué paso hoy? ( qué te pasó hoy sería el objetivo final de esa pregunta) Muy necesario. El colegio secundario es la vida misma en esa etapa. Lo que pasa y lo que no pasa es capitulo principal en la adolescencia, que no es una son muchísimas, estamos pensando en genérico para poder opinar de la serie, pero no existe una adolescencia, sino tantas como personas en esa etapa vital existan.

La escuela.

No me gusta esa escuela de la serie. En Argentina, las escuelas buscan la mirada de sus estudiantes, ponen orejas a su servicio, ponen cuerpos, ponen lo que pueden y lo que no, basta con recordar lo que miles de profes hicieron para buscar ese encuentro con sus estudiantes en las escuelas secundarias, adolescentes ellos aislados, hilvanados solamente por el celular y sus redes. Había que estar cerca.

 Ya venía convirtiéndose en potente la vida en redes, pero el mundo digital, emerge como un territorio coexistente con el de pisar del suelo hoy y pasar al frente escolar. Es un mundo en sí mismo.

En la serie, los profes les gritan, son violentos con gestos, están preocupados, sí, hubo un suceso terrible, una tragedia, pero el modo de abordarlo se parece mucho al  de la búsqueda de un culpable, no de comprender la situación entera. Y hacer duelos, y sufrir también.

Familias

El maltrato escolar, cambió de nombre, las redes sociales no existían cuando crecíamos en otra época, pero, La escuela era el lugar donde todo pasaba, igual que ahora.

Y el hostigamiento sucedía, era al aire libre, a 100 metros de la escuela para que no puedan castigar, a escondidas, en pintadas etc. (Lo digo como ex directora de escuela secundaria, me lo explicaron muchas veces mis alumnos)

Pero existía

Habría que intentar entonces, develar qué sucede, quien lastima a otro u otra en el cole.

“Si ves, escuchás, les en redes, una situación maltrato a un compañero/a y no te atreves a intervenir vos, contámelo a mí, así le encontramos la vuelta para interceder. No te voy a exponer.”

 “Si te pasa algo, en aula o en Instagram, o en Tik tok, por favor, conta conmigo”

 Podrían ser algunas de las palabras que hay que poner en la mesa de diálogo.

Qué me dijeron ellos en investigaciones, cuando con el equipo les pedimos que realizaran colectivamente una suerte de petitorio dirigido al mundo adulto, tanto en clases más postergadas como en la clase media, un pedido fue unánime:

“Que dejen el celular y nos miren a los ojos”

(refiriéndose a sus papá y mamá)

Les pasan cosas

La puerta de la adolescencia no está blindada.

Hay adolescentes esperando que alguien golpee esa puerta para escuchar.

 Silvina, doctora en educación, especialista en investigaciones vinculadas a los usos subjetivos de las tecnologías en infancias y adolescencias, mamá de una nena de 13 años.

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